Encarnación del mal; ¿mujeres o dragones?

Camino del camposanto, va el pesado –por efectos de la gravedad– y festivo cortejo, en hombros de parranderos, mendigos y borrachos:

«¡Un pasito pa’lante, dos pasitos pa’tras!/
¡tres pasitos ‘alante’, cinco pasitos a tras!…»,

es el ritual mortuorio, con música incluida, en despedida al viejo parrandero y borracho.

Camino al sepulcro, entre conversas, recordatorio de vivencias y anécdotas, lagrimas, cantos y vítores, van llevando al cuerpo yacente del «buena gente y consecuente borracho» Mientras al interior de la caja fúnebre, «¡entre dos mundos, se debate el alma!»:

«¡Bien o mal! ¡Sagrado o profano! ¡Virtuoso o pecaminoso!…» ¡era el momento para rendir cuentas!, pero; «¡solo había sido un borracho, hoy al interior de un ataúd en hombros de sus connaturales; por lo borracho, mendigo y parranderos!», «objetos de la inconciencia, no humana, propio de bestias que actúan desde el instinto de supervivencia»

«La maldad; como concepto característico de la naturaleza y conciencia humana, ajeno, no propio de la irracionalidad de cualquier miembro del reino bestiario» «El hombre, a pesar de su conciencia y raciocinio, en demostración de superioridad y poder; mata por placer, para la imposición de su visión del mundo»…

Tremendo lío –¿existencial y filosófico?–, ante el infortunio, para la atormentada alma del humilde y ya difunto borracho. «¿A dónde irá a parar: al reino de los cielos o a los profundos avernos?» invadido su ataúd, desde idílicos paraísos, por deslumbrantes mujeres y despiadados dragones, cual mercaderes en competencia con ofrecimientos de mejor vivir, salvación y redención.

«¡Tremendo dilema de un pobre y difunto borracho,
en hombros de sus paisanos,
camino del camposanto!»