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Guayacancito; de recuerdos y luchas por el bienestar

Guayacancito y su Virgen Milagrosa. Isla de Margarita.
Foto: Entre Morrocoyes, Camaleones y Especuladorres.

Escasos meses atrás, ante la adversidad política, económica social, desde Facebook e Instagram; la multiplicidad de imágenes eran parte de la novedad noticiosa. Informa, comenta, de entusiastas participantes, con rostros de mujeres y hombres buenos, nobles:

Hombres y mujeres de mar desde Guayacancito, por segundo año consecutivo, realizan la Feria Gastronómica del Pescado.

Su pasión y amor por el arte culinario a partir de productos marinos autóctonos, resultado del trabajo y esfuerzo diario desde tiempos remotos, evocan historias, recuerdos de un tiempo no muy lejano para unos y desconocido para la mayoría de los jóvenes guayacancitenses.

Cuenta una leyenda: que su asentamiento primigeneo se establece en la conocida punta Manzanillo, sobre la costa Sureste de la Península de Macanao, en la Isla de Margarita. La versión oficial establece su fundación el 4 de Octubre de 1926.

Guayacancito, en la actualidad, se extiende de Este a Oeste, entre Los Olivos, “El Atravesao” y la Punta Manzanillo, Los Mangles, La Presa hasta Las Barrancas pasando por El Morro. Desde el Norte en la local 5 hacia el Sur bendecido por las aguas del Mar Caribe, en la Isla de Margarita. ¡Su corazón palpita en audaz galope en la Longitud 64o 12´57,1” Oeste, Latitud 10o 56´23,0” Norte!

De tiempos más lejanos, entre las “rancherías” de Chano, Teresa, Salomón, López; El Crepe, La Tiñosa y La Gracia menos deteriorada que los anteriores, vivían el destino de los barcos viejos; ¡varados!, definían la playa dónde había que pedir permiso a Salomón, Manomonche, para jugar a los piratas, pescadores, contrabandistas, a grandes, viejos, aventureros y soñadores navegantes o para pescar camarones y cangrejos en “la poza e Jacinta”. Jacinta Valerio, la Tía Jacinta, a decir de muchos; la mujer, madre y padre, de más guaramos en una época más vieja. Cantaba, reía, versaba, también peleaba, mientras “coordinaba y jalaba la cuenda el plomo a boza” como cualquiera de los hombres o buscando el agua desde “el Hato e Natalio”, ¡era incansable!

Al otro lado, Suroeste; “La Poza e Tello” también serbia para pescar, entre las piernas, camarones y cangrejos, ¡pobre de aquel cuyos genitales estuvieran a merced de tan poderosas mandíbulas! Al Noroeste “La Loma e la Cruz”, ¿cuántas leyendas definían su nombre?

¡Un viejo y no delimitado cementerio!; “Los muerticos”, por la inconclusa carretera entre las casas de Vernabela y la “casa e guena la de Choroco”, en dirección Nor-Noreste, camino al bar de Segundo. ¿Cuándo y para qué se construyó esta carretera sin asfaltar?

Entre López y Valentín se extendía una enramada con piso de blanca y brillante arena, punto de reunión y juego obligado de las tardes, juegos que terminaban en auténticas “coñazas” a puño limpio entre muchachos; Agustín Ceverita y Chicho Julieta eran los primeros y casi siempre únicos predispuestos a dar la pelea, entre ellos. Para ese tiempo, en la playa, entre las enramadas, existía una letrina de cuatro “horcones” y un paraban de zinc. ¡Siempre limpia por la marea! ¡Las casas no tenían baños!

Noviembre, durante las fiestas patronales de la Virgen Milagrosa, “Juanaloña” era la persona más esperada; ¡traía pan de leche, “aliñao”, rosquitas, “tunjas”, “cucas”, “piñonate”, sólo posibles de consumir en otro momento si por fortuna visitabas El Valle del Espíritu Santo o San Juan! “Los Chapalengos” con retretas matutinas animaban la festividad religiosa.


Procesión de a la Virgen Milagrosa.
Foto: Entre Morrocoyes, Camaleones y Especuladores.

Domingos, días de fiesta nacional o navidad y año nuevo, los atractivos de Guayacancito estaban en la gallera de la tía Jacinta, después o en medio de la pelea de gallos, sus hijos los hermanos Valerio; Beltrán y Diógenes, “El Capi”, peleaban entre ellos, cuando no contra sus primos los Valerio Salomón y “Ño Cuchillo”, Eladio; hijos de Nicanor y Pilar. A pesar de lo crudo y duro de la cuestión, ¡eran peleas de familia a “coñazo” limpio! Uno que otro momento difícil, de impotencia ante el adversario, donde surgía la amenaza de buscar la escopeta. ¡El máuser o la carabina! Otro atractivo, por años, estuvo en el campo deportivo con el béisbol y el maratón como banderas de gloria sobre la geografía margariteña.

¡Guayacancito era potencia deportiva!

Para un tiempo anterior, donde no existía el bar de Jacinta, ¡el cine pasó por Guayacancito!, ¡gratis, al aire libre!, proyectado sobre la pared de “la casa e Chica Ramona”, hija de Marcelina, Chelina, la partera de los 60. Los bares de Valentín, Toribio, Juan Valerio, Segundo y el de Jacinta animaban la distracción, ¡cada uno contaba con su planta eléctrica! En los 80, 90, Goyo Rey y José Catapun marcaron la nota con las minitecas.

¡Un año hubo velorio de Cruz de Mayo!

El Capi ─¿por qué lo llaman el capi?─ Diligente y trabajador, estaba a la orden de quien lo buscara. En su oportunidad –dicen– dijo ser capitán de barco, con la mala suerte de encallar su primer navío en la Punta de Araya.

Nicolás Valerio, Manocolas; jocoso, siempre con sonrisa y disposición de un chiste, no pelaba un velorio, era el atractivo necesario para mantener el velatorio cuerpo presente y los subsiguientes días de rezo.

En los 70 ¡vino un cometa! ¡La abuela Ignacia oraba para que no destruyera la tierra como castigo divino! Hoy sabemos que se llamó Bennett, el cometa de dos colas, que sólo volverá a pasar por nuestro sistema solar para el año 3650.

José Inocente; Chinovillo, ¡cuentero como nadie!, un alma buena, noble –de esas que encarnan y reencarnan viajando entre épocas en tiempo y espacio– , el mecánico del pueblo, nunca supe dónde aprendió tantas cosas. En el más sorprendente de sus cuentos orales narra haber trabajado en un “vapor” tan grande que por su manga no pasaba entre Margarita y Cubagua y por su eslora los tripulantes de proa y popa no podían verse a menos que viajaran cinco, seis días en motoneta de un extremo a otro.

A su edad, ¿dónde escuchó Chinovillo esa historia?

¡En la oralidad margariteña o realmente era una de esas almas buenas, libres, que en sucesivas reencarnaciones viajan a través del tiempo! –Esa historia es narrada por Julio Verne en Veinte mil leguas de viaje submarino (1870) atribuida a pobladores del Mediterráneo – ¿Dónde la escuchó?

¿Dónde la leyó José Inocente? ¿Sabía leer o era uno de los pobladores del mediterráneo citado por Verne?

¿Era Chinovillo, José Inocente, parte de la tripulación del Nautilus?…

Vernabela, ya de vieja, su fisonomía aún mostraba belleza, rostro europeo de la Holanda colonial que pobló nuestro continente.

¿Era Vernabela descendiente de holandeses? ¿Fue su cabellera ocultada por años como protesta contra su padre?

De la oralidad guayacancitense; el padre, en la juventud de Vernabela, cortó sin misericordia su cabellera para, aparentando ser un hombre, ocultar su belleza. Vernabela nunca más cortó su cabello y los dejó crecer oculto en una funda de almohada hasta su muerte.

¿Cuántos hijos y nietos tuvo Vernabela?¿Quiénes son?…

¡Una vez llegó un circo!

Mucho antes del circo, entre las malas noticias, una tragedia recorre las calles sin asfaltar alterando la normalidad y sosiego cotidiano:

¡“Se volcó la pana e Toribio en la curva er diablo”!

Rafaela y Rosalía eran las “sobadoras” y “saca espinas”. José Cheito el más viejo de los barberos, ¡usaba totuma!, en su conuco existían unas colmenas construidas con “taparos” secos. El viejo Donato, el carpintero cuyo serrucho; −¡era más viejo que su primera camisa− y su conuco el más distante del pueblo; −¡en la profundidad y lejanía del “chiguichigual”!− Secundino, un barbero más joven, hermano de Aquilino; el que sin pensarlo dos veces –heroico como Aquiles– contó caminar ida y vuelta de Guayacancito al Valle del Espíritu Santo en veneración a la Virgen. Hermanos de Yaya, tíos de Cuacha y José Desnudo.

¿Por qué José Desnudo?

Apartados, excluidos o establecidos por convicción y herencia en el Morro, ¡José creció desnudo!, a sus 18, 19 años, a lo lejos, desde el mar, aún se le veía andar desnudo por la playa, de una casita a la otra, ¡no conocía ropa, no conocía escuela! Al percibir la presencia de visitantes corría a esconderse.

De la Escuela Concentrada Nº 17, con horario de 9:00 a 12:00 m, almuerzo, receso, y de 2:00 a 4:00 pm. Con maestros abnegados, ¡poco reposeros! Justino Valerio, “el mocho e pilar”, dijo haber sido el primer y más reaccionario de los alumnos al inicio de esta escuela en la casa de Cornelio. Adelina Valdivieso la primera maestra, oriunda de Santa Ana del Norte, al otro extremo de la Isla. De nacimiento “mocho de una mano”, en sus heroicas aventuras, cuenta haber luchado contra una tintorera, en el feroz combate contra tan poderoso enemigo, ¡sólo perdió una manó!

A “mocho e pilar”, por una mala táctica en pelea callejera, cuerpo a cuerpo, a pesar de sus dos metros, ¡lo venció un enano en la gallera de San Francisco de Macanao!

En las bodegas de las señoras Ofelia y Chevita vendían cuadernos Caribe con tablas de suma, resta, multiplicación en su tapa posterior, lápiz Mongol, papel verde y cubiertas plásticas, lo necesario para la escuela.

El Dispensario ─con sus frondosos árboles de almendrón, uva y tamarindo─, la señora Juana Regina enfermara graduada, 24 horas de atención al día, ¡la doctora del pueblo! Después Dochita, ¡la chica más bella del pueblo y primera reina de las celebraciones fundacionales!

En ese Guayacancito los amores de Ercinia y Felicio como el de Anicacio Moro y Amelia, se desarrollan tormentosos, profundos, poco entendidos o mal entendidos por enemistades familiares y peleas diarias. El quehacer lo marca la pesca de variadas especies, con diversas técnicas. Como en todos los pueblos de Margarita, se vivía del contrabando de mercaderías provenientes de Curazao, Trinidad, Martinica…, comercializadas entre margariteños o entre Margarita y tierra firme. Durante la recluta todo mundo salía a ocultarse entre rancherías, entre los “peñeros” o en el monte, hacia la Loma de Guaraguao o la de Buena Vista, para los 80 a los policías se les pagaba alrededor Bs 20 por “¡elegible pa´la recluta!”.

La agricultura, de menor escala en conucos y patios, era parte de la cotidianidad económica, resaltaba la hoja de tabaco.

¡En los conucos de Guayacancito se cultivaba tabaco!

El querosén para lámparas, cocinas, neveras y fogones lo suministraba Juan Valerio, al pie de la loma frente a la casa de Rosalía. También la gasolina. El gasoil para labores pesadas de pesca se compraba en “La Maceta” al lado del puente de la Restinga o en Punta de Piedras.

Al inicio de los 70, desde el tanque en Punta Manzanillo reabastecido por gabarras desde Sucre o Anzoátegui, el agua es suministrada en tres puntos a lo largo de la llamada calle principal. Una planta suministraba electricidad, entre las 7.00 y 10:00 pm, para el alumbrado público y tres, cinco televisores en el pueblo. Funcionaban dos, tres líneas telefónicas.

El “maíz pilao” y las colas para su molienda donde Valentín, Chevita o Magdalena, era parte del quehacer y peleas diarias en esa época vieja.

La apacible vida de Guayacancito a partir de la necesidad económica y poca rentabilidad de su producción pesquera fue marcada, con mucha profundidad de efectos y afectos, por la política; primero durante la dictadura de Pérez Jiménez, como contrabandistas y comunistas, luego; ilegalizado el PCV durante los gobiernos de Betancourt y Leoni, unos se hicieron adecos, copeyanos, urredistas, mepistas. Desde la clandestinidad otros siguieron siendo contrabandistas, guerrilleros y comunistas.

En el fondo, por sobre las adversidades y profundas desavenencias políticas, todos seguían siendo compadres. Una que otra pelea por los gallos, las balizas, las nasas, los conucos, los chivos…, los amores.

Esa es parte de la historia no escrita, inconclusa, de un pueblo al Sureste de la Península de Macanao en la Isla de Margarita, donde; ante las desavenencias y adversidades personales, familiares, amorosas, políticas, sociales, económicas, de salud, seguridad…, hombres y mujeres, jóvenes, pescadores, como hermanos, como uno solo por el bienestar de la comunidad, luchan con heroicidad y entusiasmo contra la falta de atención gubernamental; por agua, electricidad, aseo…, a través de la Segunda Feria Gastronómica del Pescado, mostrando cómo vencer las dificultades, la Venezuela posible, soñadora, alegre, buena, noble.

¡Heroica, libertaria! ¡Autentica Venezuela!

***

Publicado originalmente como: Guayacancito de ayer y hoy… y en Bosquejos de una tempestad en Venezuela Bolivariana…

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Publicado por Nevel Marcano.

Venezolano, nacido en 1964, docente en física básica, investigador socio-científico, crítico de los modelos teóricos filosóficos sobre creación, existencia y expansión del universo. Analista, cuentista, relator de narrativa sociopolítica, menudencias y devaneos, a tiempo completo, con más de 300 artículos en páginas web. Con publicaciones autoeditoriales como: “Aquí nosotros”, “Operación Escolopendra” y “Venezuela Bolivariana: ¡Extraordinaria e inusual Venezuela!”. Cumaná, Sucre, Venezuela.

2 comentarios sobre “Guayacancito; de recuerdos y luchas por el bienestar

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