Guayacancito: El de hombres y mujeres de mar que siempre van conmigo.
Foto: Entre Morrocoyes, Camaleones y Especuladores.
¡En tiempos de la abuela Ignacia!; el invierno, de intensas lluvias, traía un ambiente festivo, ¡tiempo de bañarse en el río! Ignacia, la abuela paterna, ya en su avanzada edad, nos advertía, nos conminaba a no salir a la calle; ─las tormentas traían desgracias, el castigo divino, en forma de centellas y mangueras, que arrasarían con la tierra─ decía.
Durante las tempestades, las requisas o cada tarde, en la puerta de la casa oraba ante los cuadros de Bolívar y San Marcos de León. Siempre hacia tres oraciones; una contra la tempestad, otra para iluminar a los hijos lejos, en alta mar, la otra para los difuntos. Su hijo mayor, Andrés, había muerto en accidente de cacería. Ese día buscaba la gran presa para el compartir del pueblo como cada fin de año o navidad.
La casa de la abuela Ignacia tenía una habitación con un escaparate, donde guardaba sus vestidos, y una mesa con los cuadros de Andrés, el tío más viejo, el de Simón Bolívar y el de San Marcos de León, iluminados por una luz permanente desde un vaso con agua y aceite de coco. La cama donde dormíamos estaba en la pequeña sala. El primo Cirilo, hijo de Pedro ─segundo de los nueve hijos de Ignacia─, dormía en la hamaca, siempre llegaba con los pies sucios, mugrientos, por sus alpargatas suela de caucho.
─¡Era el tiempo de las alpargatas suela de cuero para los más adinerados y suela de caucho; Goodyear o Firestone, para los de menos recursos económicos!
A decir de la abuela ─¡Tiempos del principio del fin mundo!─; donde la humanidad se acabaría para el año 2000. Entonces los más jóvenes, ¡solo llegarían a tener 30 años!
Se cocinaba en fogón; Amelia, a diario traía leña, por una locha o medio real. En el patio había matas de anón, de guayaba y de ají, ¡autentico ají margariteño! Sus matas median casi dos metros, el ciento lo vendíamos a Bs 10 en Boca de Río. ¡En las casas no había baños! Había letrinas, construidas en la época de Pérez Jiménez o inicios de La Cuarta, ¡ya estaban a reventar! ¡Las necesidades durante el día se hacían en el monte y en la noche, en la salina o en la playa!
─¡En las letrinas las cucarachas te mordían!
─¡Era la época de la gran bonanza venezolana, con 3, 5, televisores en todo el pueblo! Nadie hablaba de inflación, de marginalidad, de exclusión, de pobreza, de miseria. ¡Mucho menos sobre derechos humanos! El tema fundamental en los medios; radio, prensa, tv o revistas especializadas, en la ¡iglesia!, era el fin del mundo a la media noche del 31 de Diciembre de 1999. ¡En el alba del año 2000, en la primera fracción de tiempo del siglo XXI! Diez años más tarde, cuando se acabó la bonanza, la llamaron la época del ¡ta barato dame dos! ¡La Venezuela Saudita!
Cuando no había escuela, el almuerzo era pescado y arepa, en la cena también. Las arepas eran de maíz pilao molido temprano en la mañana donde Valentín, Chevita o por la casa de Magdalena. ¡No había café!, había guarapo de papelón, en ocasiones con leche de chiva, las del corral de Cucho, el tío Cucho, ¡solo aprovechábamos la leche!, los chivos ni se los comía ni los vendía, los cuidaba hasta que los malhechores de esos tiempos se los robaran. Cucho pescaba con nasas.
─Era la época del contrabando desde Curazao, Martinica, Cayena, Trinidad hacia Margarita, y de Margarita a tierra firme, también fue época y tierra de guerrilleros, primero contra Pérez Jiménez, después contra Betancourt y Leoni.
En el patio estaban dos pesadas balas de cañón. La abuela, con más de 60 años, brillo en los ojos, pasión, dureza, valentía, nostalgia, muy profundos sentimientos, siempre dijo que; ¡eran de las guerras por la Independencia de Venezuela!
En nuestra navidad pocos niños tenían buenos y modernos juguetes; Cornelio ─papá─, hijo menor de Ignacia, era marino mercante, trabajaba en la Venezolana de Navegación C.A.; relevante, floreciente naviera venezolana, ¡traía ropas, zapatos y juguetes caros, de última generación, como regalos de navidad! Otros niños no tenían; los construían, se los inventaban. ¡En la casa de la abuela, no teníamos árbol de navidad ni nacimiento! Otros niños sí, sus padres traían ramas secas o sábilas y las adornaban. ¡No teníamos cenas de navidad, dormíamos temprano a la espera del Niño Jesús! En algunas familias más unidas, más organizadas, de mayor arraigo afectivo, de los niños sin juguetes, ¡tenían cenas de navidad o de fin de año! Al día siguiente, satisfechos, comentaban lo exquisito del pan de jamón, el panetón, o el pernil cuando no el pavo, por lo menos la hallaca o las uvas del tiempo. ─¡Gallinas, pavos y cerdos criados en los patios de las casas!
─Para nosotros; los de los buenos, modernos y costosos juguetes, ropas y zapatos finos, ¡eso eran cosas de película!
De viejo ─Cornelio─, contó que esos grandes barcos recorrían Europa dos veces al año: ¡De Venezuela salían vacíos, sin carga alguna, sin nada que vender en el exterior!, y regresaban llenos fundamentalmente de Whisky y zapatos. Costosos, lujosos, muy lujosos; ─para gente de clase, distinción y categoría!─ decía el más famoso presentador de tv en un anuncio publicitario.
En el 70 conocimos a Bennett, el cometa de las dos colas que ─a decir de la abuela Ignacia─ destruiría la Tierra. ─Antes, 1965, vino Ikeya-Seki, el cometa del siglo XX, ¡un cometa más brillante que la luna!─ Nacida en 1900, a sus diez años, fue testigo del primer paso del cometa Halley (1910) en el siglo XX. West, el cometa de la cola de abanico, en el 76. ─Las universidades eran el centro de atención nacional─ a esta generación, tiempo después, se llamó generación boba. Para 1986, ¡sin futuro!; donde apenas uno de cada diez jóvenes tenían la esperanza de entrar a la universidad y no sabía cuándo terminaba, ¡si terminaba!, se llamó generación Halley, tras la segunda venida del cometa en un siglo.
─¿Cuántos venezolanos verían a Halley por segunda vez en el siglo XX? ¡Ya la abuela Ignacia había muerto!
Las maestras de la Escuela Concentrada Nº17; Chila, primer grado, Yeya, segundo, América, tercero, como interinos de un tiempo para cuarto y quinto Carmen, Calazan y Eloina. En sexto, donde todos queríamos estar, la maestra Ricarda, hermana de la directora, la maestra Guillerma, hijas de la señora Ñio, Estefanía. En el comedor, Yuya la ecónoma, Herma, Yolanda y Abilia, esposa de Cornelio ─mamá─, las cocineras.
─Pancho Villa junto a los gemelos Chan y Chon eran terribles, ¡un día mataron a los Chiritos de la Virgen! A Martin Pelao los duendes en el patio de la escuela, entre las matas de erizo, a diario lo “coñaceaban”. También el perro de José Cheito ─el barbero de la totuma─ un día hastiado de “tanta joda” de Martin casi se lo come vivo, le destrozó la boca, desde entonces, era Martín boca e perro.
─Un muy lejano día vino un presidente a inaugurar la carretera, después vino otro por el acueducto, ¡eso duró poco, nunca había agua!
En verano, con los grandes y cálidos vientos, las salinas se llenaban de gente, ¡era el tiempo de voladores! El viejo Salomón y Felicio, su hermano, construían unos gigantes que parecían tocar el cielo. La cuerda, en forma de jota, constituía el cordón umbilical entre cielo y tierra, el camino para llegar a Dios ¡No había maldad! ¡La competencia era quien llegaba más alto! Con el tiempo llegó la maldad y, colocando hojillas en sus colas, la alegre tarde se convertía en un campo de batalla donde lo importante era derribar al otro. ¡La guerra se propagaba entre el cielo y la tierra!
─¡Otro día capturaron una ballena!
Las rollerias en la distancia, al horizonte, cuatro, cinco millas mar a dentro, eran el comentario obligatorio desde las enramadas de la playa. Los entusiastas y viejos pescadores motivan la aventura, había llegado el tiempo y edad para hacernos a la mar, ¡por nuestra cuenta! Todo estaba calculado, ese día no iríamos a la escuela, con el descuido de los mayores, zarparíamos a nuestra primera y gran aventura pesquera.
Al horizonte, en las grandes rollerias, las de mayor avanzada, donde se concentraban todos los pescadores, ¡también las formidables ballenas!
─¡Eran mucho más grandes que nuestro pequeño bote de tres metros! ¡Nunca habíamos visto una ballena! ¡Menos comiendo!
¡Tan grandes y próximas a nuestro pequeño bote! ¡Desde otros botes, los más viejos nos alertaban, nos confundían, nos atemorizaban!
Chelano y Clariso a cargo de la máquina de Valentín, en rápido y envolvente despliegue logran cerrar el cerco en torno al más grande cardumen, ¡la calada era tremenda!, sorpresivamente desde el fondo; emerge majestuosa la gigantesca ballena, ¡estaba acorralada por la red de cerco! El desespero del animal por liberarse crea un momento de tensión, desesperanza, terror…, en quienes estábamos alrededor, más aun en quienes la tenían atrapada. ¡Nunca antes habían pescado una ballena! En sus saltos, más de la mitad del cuerpo cae sobre la red y se libera, ¡por suerte! Los más profundos temores de ser devorados por tan formidable monstruo estremecían nuestros jóvenes cuerpos, aturdían nuestra mente. A medio recoger los implementos emprendimos la veloz carrera.
─¡Por mucho tiempo, hasta la nueva temporada, para nosotros como castigo, no hubo más salidas, tampoco queríamos salir!
En los últimos veinticinco años; ¿quién ha visto nuestras ballenas comiendo en las costas margariteñas? O los grandes chuchos en la poza, ¿por qué ya no están? ¿Se extinguieron? ¿Qué pasa en nuestros mares?…
Hoy las dificultades pueden ser mucho mayores y peores que las de siglos pasados, sin embargo, ustedes jóvenes de hoy, ¡conocieron una Patria con amplias libertades! Una Patria de la que por mezquindades políticas denigran sin entender su concepción, su razón de ser. Nuestra tierra, la Patria Bolivariana, es sin duda la mejor del mundo. Ella nos dio vida, nos vio crecer y reproducirnos, ¡esencia fundamental! Tierra que cuando nuestra vida no esté, también nos recibirá en su vientre. Ninguna otra en este planeta es tan buena, noble y acogedora como la Tierra Venezolana. ¡Aquí no hay racismo, xenofobia, discriminación, segregación…! ¡No hay exclusión social, política ni religiosa…!
─¡No hay dictadura, libre la Santísima Trinidad que alguien trate de imponerla!
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Publicado originalmente en:
1. Venezuela Bolivariana… (Kindle Edition)
2. Guayacancito: la Navidad desde la nostalgia y los mil recuerdos
3. Guayacancito…
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